viernes, 11 de marzo de 2011

ROBERTO GONZÁLEZ FERNÁNDEZ - JACOB´S LADDER





Inauguración: viernes, 18 de marzo de 2011 a las 8 de la tarde














En un pasaje del Antiguo Testamento, Jacob duerme apoyado en una piedra y en el sueño se le aparece una escalera por la que suben y
bajan criaturas celestiales.
Muchas han sido las interpretaciones que se han dado e este pasaje y en la presente serie de pictografías, Roberto González Fernández, presenta como escenarios de ese sueño, una colección narrativa de imágenes semióticas.
En el conjunto de escenas se repite un esquema compositivo que recurre al paisaje con figuras, rodeando una arquitectura diáfana, como un pabellón, de un conjunto heterogéneo de personajes. El clasicismo de la coreo
grafía de cada situación retratada, parece evocar los grandes paisajes de Claude Gellée, también llamado Claude Lorrain.
En los cuadros del pintor del siglo XVII, la perspectiva ocupa el tercio inferior del lienzo y las partes superiores se dedican a la luz. En ese esquema trino, se representan escenas sólo expugnables a través de la lectura del título de la obra homónima. Pues de otro modo al ver el cuadro desde la distancia, sólo observa el visitante un bello paisaje, magníficamente iluminado, en el que unas arquitecturas retóricas y unos personajes de pequeño tamaño hacen progresiones dramáticas en un conjunto de esteticismo elevado.
Del mismo modo en el conjunto de obras pertenecientes a la serie de La escalera de Jacob, de Roberto González Fernández, se observa un paisaje frontal en el que una arquitectura de campo, una ruina caprichosa de un clasicismo revisitado de un jardín del jardinero inglés Capblity Brown o de un pabellón apócrifo del arquitecto posmoderno Philip Johnson, sirve de scenario a una acción teatral. Además hay imperio de la luz, con juegos de claroscuro deliciosos y una composición horizontal repartida en tres franjas que dedica a la tierra la inferior dejando las otras dos a ser ocupadas por la lontananza y la perspectiva.
Hay, pues, un cierto clasicismo en el decoro con el que se ordenan los elementos arquitectónicos de la escena. Y hay además un sentido semiótico en la forma en que se ordenan los personajes dentro de cada escena. Pues en un escenario esencialmente reiterado una y otra vez, se desarrollan acciones tan diversas, cuanto se permite el genio del autor. Y para conocer el contenido de la acción , es propio descifrar la semiótica de los personajes y sus vestidos y también, hacer la lectura del título de la obra para conocer el sentido discursivo de aquello que vemos.
En Claude Lorrain encontramos pues un cierto antecedente al gusto teatral y semiótico de las composiciones de Roberto González Fernández.
Además, no debe escapar a las escenas de RGF, la cita al origen del propio arte dramático en la antigua Grecia.
Los primeros teatros eran espacios, como las escenas de RGF, al aire libre. Aquellos eran lugares circulares en los que se ejecutaban unas danzas, unos coros, unos gestos o ditirambos.
El teatro griego contaba con tres elementos que acompañaban a los tres actores, las máscaras, los coturnos y las ropas.
En las fotografías intervenidas de RGF, hay también una referencia a estos tres elementos del teatro clásico. La más cara se emplea reiteradamente por los personajes que aparecen en cada escena. Es la máscara del héroe, el recurso que busca cada participante en la escena ad hoc, convocado por el artista, para magnificar o evidenciar su presencia en cada coreografía y escena coral.
En la dualidad de pecados y pietismos, encontramos al personaje encarnando la lujuria cubierto con máscara, y además encontramos como representación de la verdad, en otra escena, a la propia máscara romana de la boca de la verdad. La máscara se emplea pues, como recurso escénico teatral en estos pictográmas de RGF, lo mismo que los clásicos las usaban para agudizar la fuerza dramática de la voz o la visibilidad del personaje.
Los coturnos o apoyos para destacarse, son también recurrentes. Hay escaleras que suben en el homenaje al templo de las artes y hay también, cuadrúpedos que sirven de alza para citar al viaje. Hay en fin, un juego del disfraz y en la fotografía dedicada a la baraja española, los colores básicos de las capas de los personajes sirven como iconografía del hábito con significado. También, en la fotografía del juego del Riesgo, todos los personajes aparecen como corifeo vestidos de mono naranaja, otra toma de hábito semiótico.
Pero sin duda lo que destaca sobre las iconografías simbolistas de las creaciones de RGF, es su gusto por la flaneurie más trivial y a la vez más lúdica.
El artista pasea por escenas creando una colección de vicios y virtudes, de recuerdos y olvidos, de visitas y ausencias, sólo imaginables desde la observación caleidoscópica del paseante curioso. Aquel que en un viaje de invierno, en un verano en el mar, en un otoño tropical o una primavera patagónica, se queda maravillado de las progresiones de la gente que vive y que vibra.
¿Qué otra cosa son sino los paisajes con figuras, que las progresiones de misericordia y tentación de todas las generaciones del mundo, todas las noches, todos los días?
Román Padín Otero